16.7.04

Como perros y gatos

No hay nada más falso que ese viejo mito de que los perros y los gatos son enemigos irreconciliables. Nada impide que acojamos a un minino si tenemos un can en casa, o viceversa, siempre y cuando se presenten como es debido cuanto antes, en terreno neutral, de manera progresiva y no tolerando ninguna actitud agresiva, se les supervise durante los primeros días y no se resten privilegios a la primera mascota.

Por regla general, los perros son más transigentes con los recién llegados, aunque bien es cierto que con determinadas razas (sobre todo las de caza) será más complicado conseguir que no vean a esa pelotilla de pelo felina como un juguete nuevo a perseguir. También es habitual que a un gato adulto que considera el piso de su propietario como su territorio, no le haga especial ilusión la irrupción de un cachorrote travieso, cotilla y algo torpón. Pero con algo de paciencia siempre se puede lograr que se toleren, e incluso que sean compañeros de juegos (cosa que sucede más a menudo de lo que parece).

La presentación. Cuando llega un perro a una casa en la que ya hay un minino, o viceversa, lo ideal es encerrar al viejo inquilino en una habitación mientras el recién llegado husmea y reconoce su nuevo hogar y capta el olor de la otra mascota. Pasado un buen rato, se repetirá el proceso a la inversa: encerrando al nuevo animal para que el viejo se acostumbre a su olor. Pasado un tiempo prudencial se harán las presentaciones. No coja a ninguno en brazos. Deje que se conozcan libremente. Muy probablemente la cosa no pase de algún bufido o ladrido. Un gato sabrá donde esconderse o subirse cuando no desee migas perrunas. Cuando su perro mantenga la compostura prémiele, el refuerzo positivo obra milagros.  



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